Dr. Eduardo Santillán

Neuropsiquiatría y psicología clínica.

Guayaquil, Ecuador.

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Pagar con agresión el irrespeto: algunos matices de la reacción del actor Will Smith

Dejémoslo claro: no debemos tolerar hechos de violencia. Al contrario, debemos asumir el compromiso de denunciarlos cuando sucedan a nuestro alrededor.


POR EL DR. EDUARDO SANTILLÁN

Neuropsiquiatra y psicólogo clínico

Guayaquil,

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A quienes con frecuencia nos dedicamos a tratar de explicarles a los jóvenes y adultos la urgencia de desmontar la masculinidad tóxica o patriarcal nos cuesta mucho trabajo encontrar referencias alternativas que les sirvan de ejemplo.

Nos sigue resultando mucho más fácil explicarlo en negativo, es decir, poniendo ejemplos de hombres cuyos comportamientos no deberíamos imitar porque representan toda la toxicidad que emana de una subjetividad construida para dominar y sentirse importante y arrollador. La ceremonia de los Óscar nos ha ofrecido otro evidente caso que sintetiza a la perfección todo aquello que los hombres no deberíamos ser ni hacer.

La reacción de Will Smith frente a la broma irrespetuosa, insensible e incoherente del comediante y también actor Chris Rock abarca todos los elementos que nos permiten identificar un modelo de masculinidad que actualmente sigue siendo el principal impedimento para construir un mundo sin desigualdad de género y en el que la violencia deje de estar justificada.

Es dañino defender el uso impulsivo de la violencia (verbal, física o enmascarada) para resolver conflictos personales.

Una violencia que está vinculada a la idea de poder, a la omnipotencia en la que los varones hemos sido educados/socializados y a la creencia absurda de que no hay mejor manera de encargarse de los conflictos que recurriendo a la fuerza. Así, la violencia se convierte todavía hoy para muchos en un mecanismo de reafirmación de la masculinidad y hasta de reparación del honor supuestamente perdido.

En la reacción del actor estadounidense Will Smith no solo palpita esa justificación de la violencia que emana de una “virilidad” concebida en términos de control y conquista, sino incluso la justificación de nuestro perpetuo rol de patriarcas, restauradores del orden, vigilantes de las integridades y de la honra de las damas, protectores como si fuéramos superhéroes de las que muchos seguimos considerando menores de edad.

De la misma forma que nos sentimos motivados y obligados a defender a capa y espada sólidos ideales, podemos en otro momento reaccionar otorgando las más viles prácticas de explotación y crueldad. La suma de esos dos extremos es la certeza más dramática del espanto que implica la cultura machista encarnada en individuos como Smith. Este actor que, al estilo de lo que suelen hacer muchos maltratadores, rápidamente tratan de justificarse, pedir perdón y hasta solicitar clemencia.

Es muy importante, también la llamativa reacción en gran medida encubridora y cómplice de la Academia de Hollywood, pero asimismo de un público que no debería haber dado ni un aplauso al actor. Ante circunstancias como estas, no podemos ser cómplices por omisión, ni mucho menos situarnos en la equidistancia. O en nuestro estrafalario espíritu de “cuerpo” o de camaradería que incrementa nuestra supuesta virilidad.

Para evitar desaguisados como el que mencionamos se debe reformar los códigos de ética de instituciones de alta influencia artística y técnica como la Academia y así mismo, prohibirse todo tipo de humor que lastime u ofenda a los invitados –incluso a los espectadores, desde las fuentes multimedia–, así como concientizarnos que no estamos en las calles polvorientas del viejo oeste norteamericano, ni en persecución de terroristas, delincuentes o narcotraficantes.

No es más hombre el que pega más fuerte, sino aquel que tiene autocontrol y no explota agresivamente.

En resumen